Ya es tema sabido que la mayoría del las personas que padecen algún trastorno de ansiedad han tenido padres sobre-protectores. Cuando hablamos de sobre-protección decimos que han sido más protectores de lo necesario. Eso contribuye a generar miedo por dos motivos: primero porque se transmite una constante alarma en situaciones donde no hay un peligro real o está sobredimensionado, y por otro lado el mensaje repetitivo de que si están lejos de sus padres el peligro es aun mayor, es decir, “si estas cerca mío, nada malo puede pasarte”, “yo te cuido y protejo de los peligros de este mundo”. Esto va disminuyendo la autonomía, seguridad personal y sobre todo su auto-validez. Van creciendo con la idea de que ellos solos no pueden y muchas veces eligen parejas que les brinden la misma seguridad que sus padres. Aquí se dividen en 2 grupos: los que logran “separarse” de sus padres y depositar su seguridad en sus parejas, y los que no lo logran, entonces aun en pareja siguen sintiéndose seguros con alguno de sus padres o ambos.
Los pacientes con trastornos de ansiedad consultan en general con estos antecedentes; nosotros, en principio, al tener un modelo de trabajo terapéutico de aquí y ahora, no intervenimos demasiado en eso pero lo dejamos pendiente para otra instancia del tratamiento. Utilizamos técnicas cognitivo-conductuales; en lo cognitivo se apunta a modificar las creencias, los pensamientos que sostienen los miedos. Ej.: si uno aprende desde chico que cada vez que sale a la calle está en peligro porque lo pueden robar, lastimar, secuestrar, etc., es probable que cuando sea más grande desarrolle temor a salir a la calle porque aprendió que salir de casa y alejarse es peligroso.
En cuanto a la parte conductual del tratamiento, se programan lo que se llama afrontamientos que consiste en exponer progresivamente al paciente a las situaciones temidas. Siguiendo el ejemplo citado anteriormente, si la persona tiene miedo a salir por temor a descomponerse o tener un ataque de pánico, vamos a pedirle que salga a la puerta, se quede un rato y luego entre a su casa y así vamos armando una escala de menos a más donde va a exponerse semana a semana y logrando alejarse de poco de su hogar, poniendo como objetivo que la seguridad la sienta en sí mismo y no en otros o en su casa.
Pasados unos meses de la terapia se ven mejorías significativas, puede ser en 3, 6, 12 meses, dependiendo cada caso. Esto significa que la persona empieza a hacer una vida más normal. Si tenia pánico con agorafobia, comienza a salir, si tenia ansiedad generalizada reduce mucho su catastrofismo, y ve el mundo menos amenazante por lo tanto empieza a ser más libre de la enfermedad pero no aún de los vínculos más cercanos.
Ahora bien, el problema es el siguiente, cuando los pacientes eligieron sus parejas, eligieron personas que las puedan proteger, cuidar, sostener, reemplazar a los padres de alguna manera. Y eso les gustaba, se sentían seguras. Por otro lado a sus parejas también les gustaba ser los “protectores” dadores, dominantes. Pero el problema surge cuando se cambia el contrato y la persona que necesitaba protección ahora necesita libertad, ya no necesita alguien que la cuide sino que la comprenda y acompañe. Pero su pareja que era el dador de esa protección tiene que buscar cómo sentirse seguro perdiendo ese lugar que tuvo desde siempre y ubicarse en otro completamente diferente.
Entonces cuando los pacientes vuelven a la consulta, ¿vuelven con una recaída o un problema de pareja? Es ahí donde nosotros los terapeutas tenemos que poner atención en eso ya que si esto está presente y lo tratamos otra vez con técnicas cognitivo-comportamentales, probablemente no resulte. Será propicio implementar ya sea de manera individual o de pareja, una terapia basada más en re-definir o re-constituir el vínculo desde otro lugar pudiendo correr la enfermedad y estableciendo un vínculo mas sano con su pareja.
Para ejemplificarlo les cuento un caso, Hace tiempo tenía una paciente, mujer 40 años, con ataques de pánico. Cada vez que ella tenía un ataque llamaba al marido y el acudía de inmediato. Ella se encontraba en la calle, se descomponía y lo llamaba a él para que fuera a buscarla. Ella no hacía nada sin él, y eso en apariencia no generaba ningún problema en la pareja. Así se manejaron por años. Cuando ella empieza su tratamiento, vinieron los dos y él estaba tan interesado como la paciente en que mejore. Lo que no sabía ninguno de los dos era qué cambios podía implicar la mejoría. Cuando ella empieza a mejorar, a salir sola, a maquillarse y arreglarse más, a ir al gimnasio, etc., el marido se viene el al consultorio a decirme que quería de vuelta a su mujer, que esa no era su mujer. Charlamos un rato y llegamos a la conclusión de que lo que estaba pasando es que a él le costaba sentirse tan seguro como antes frente a esa “mujer” que estaba tan cambiada, más atractiva, más extrovertida y segura, independiente, “parece como si no me necesita ahora…”
Es importante mostrarles esto a los dos, explicarles cómo han funcionado hasta ahora, que hay que atravesar un proceso que es difícil pero que va a resultar positivo para la pareja y para sus hijos. Nos detenemos un rato en esto de manera que puedan explicitar qué quieren transmitirle a los hijos y si quieren cortar el modelo de sobreprotección que vienen repitiendo, y la mayoría acuerda con esto.
En cuanto a la función del terapeuta es importante que tengamos en cuenta que ambos se eligieron en su momento y no caer en ponernos del lado de nuestro paciente, “culpando” a la pareja de que tiene una celotipia o que él es el que está enfermo.
De esta manera tenemos un tratamiento global apuntando a modificar el trastorno de ansiedad por el que consultan y luego mejorando, o intentando mejorar, su vida familiar y de pareja.
Lic. Andrea Juri