miércoles, 7 de septiembre de 2011

Técnicas de exposición: No es lo mismo lo espontáneo que lo planificado

En el tratamiento de los trastornos de ansiedad utilizamos casi invariablemente técnicas de exposición, tanto en vivo como imaginaria. El uso de estas estrategias tiene como objetivos:
  • la habituación, que implica que el sujeto se desensibilice y responda cada vez con reacciones menores de miedo y ansiedad a un estímulo temido,
  • la reestructuración cognitiva por intermedio de la confrontación de pensamientos distorsionados con los datos de la realidad, 
  • el abandono de conductas de evitación que constituyen uno de los principales factores de mantenimiento de la ansiedad patológica.
La práctica de la exposición se planifica de manera gradual, generando un afrontamiento progresivo del estímulo temido. Según el trastorno de ansiedad con el que estemos trabajando y de acuerdo a las particularidades de cada persona y a las conductas que evite, los estímulos a los que se debe enfrentar un paciente serán diversos.
En el Trastorno de Pánico y en la Agorafobia serán habituales la evitación de situaciones en las cuales el paciente cree difícil escapar o recibir ayuda en caso de tener una crisis de pánico (cines, transportes públicos, lugares colmados de gente, etc.) o los chequeos constantes de los síntomas físicos de activación (frecuencia cardíaca y respiratoria, mareos, visión borrosa, hormigueos, etc.).
Quienes padecen un Trastorno de Ansiedad Social, intentarán no involucrarse en situaciones dónde resulten el centro de atención y puedan ser evaluados negativamente por otros (reuniones, fiestas, exposiciones públicas, citas amorosas, etc.).
Los fóbicos, según el caso, realizarán todo tipo de maniobras para no enfrentar una cucaracha, para viajar en micro en lugar de subir a un avión o para no pasar por la casa dónde hay un perro. Las personas con Trastorno de Ansiedad Generalizada, por medio de la preocupación excesiva, evitan confrontar con las imágenes mentales de las supuestas desgracias que anticipan todo el tiempo.
En el Trastorno por Estrés Postraumático, la evitación pasa por toda situación que recuerde o haga revivir el suceso traumático (lugares, sonidos, olores, etc.)

Entonces, deberemos generar junto con el paciente una detallada enumeración de las situaciones, conductas y estímulos evitados, a fin de elaborar una jerarquía (de menor a mayor) que nos sirva para planificar el trabajo de exposición. Esto se hace de manera gradual y progresiva. Quizás un paciente agorafóbico inicie sus tareas de afrontamiento acercándose a la boca del subte hasta lograr habituación sin avanzar más hasta la próxima sesión. O alguien con fobia social sólo intente al principio preguntar la hora en la calle.
Pero es importante puntualizar que no es lo mismo una exposición planificada que una espontánea. Es común que nuestros pacientes sean resistentes a realizar afrontamientos, algo entendible en función del incremento de ansiedad que generan, y planteen que lo harán cuando surja la oportunidad o la necesidad de hacerlo, o que nos relatan muy contentos haber podido enfrentar con éxito una situación potencialmente ansiógena a la que quedaron expuestos involuntariamente. Es nuestro deber como terapeutas explicarle al paciente las diferencias sustanciales entre ambos tipos de exposición. Es indispensable el pasaje por los afrontamientos planificados ya que son los únicos que nos permiten un trabajo sistemático y ponen en juego la ansiedad anticipatoria para tolerarla, los pensamientos automáticos negativos y distorsionados para confrontarlos y las creencias erróneas para reestructurarlas. La habituación, la desensibilización, se dan por la exposición gradual, progresiva y repetida al estímulo temido. Un correcta psicoeducación nos va a permitir ayudar al paciente a entender que lo que le proponemos es enfrentar montos tolerables de ansiedad a corto plazo como forma de lograr una mejor calidad de vida a largo plazo. 
Lic. Diego Tzoymaher