viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Podemos manejar nuestra ira?



A la ira se la define como la “Pasión del alma que mueve a la indignación y al enojo”. Se la asocia con estados de furia, tensión, agresión, bronca e irritabilidad.

Desde los consejos populares, guardarse la ira o la bronca sería causal de enfermedades psicosomáticas. Generalmente se alienta la idea de expresar los sentimientos de ira, así supuestamente la persona se sentiría mejor. Sin embargo, hasta ahora no contamos con datos científicos que fundamenten esta idea. Si bien en determinadas ocasiones es adaptativo expresar la ira, en la mayor parte de los casos no ayuda.

Desde la óptica de la psicología cognitivo conductual se plantea una tercera opción; ni reprimirla ni expresarla. Se focaliza en el objetivo de dejar de sentir ira o reducir su producción.

La ira es una emoción, y es consecuencia directa de los pensamientos e interpretaciones que hacemos de los hechos, no del hecho en sí. En la mayoría de los casos, la ira es la consecuencia de sutiles distorsiones cognitivas.

Un pensamiento distorsionado es irracional, es aquel que dificulta el funcionamiento eficaz de la persona. Es un pensamiento dogmático y poco funcional. La persona se evalúa a sí misma, a los demás y al mundo, de manera rígida y poco flexible.

Una técnica psicológica llamada reestructuración cognitiva ha demostrado efectividad para reducir la frecuencia y la intensidad de la ira, así como también de la ansiedad interpersonal y general, la angustia y el perfeccionismo.

Se trabaja en la terapia y se recogen datos fuera de ella, en diversos formatos.

Se instruye al paciente a identificar los pensamientos, creencias, e interpretaciones que hace de la realidad. La persona aprenderá a confrontarlos, para decidir si son pensamientos racionales o distorsionados. En caso de resultar distorsionados, el siguiente paso será clasificarlos. Las más frecuentes son las etiquetas globales, los debería, la interpretación del pensamiento, el pensamiento  catastrófico y polarizado.

A continuación se detallan las distorsiones más frecuentes en personas que experimentan elevados niveles de ira:

Interpretación del pensamiento

Se hacen juicios repentinos sobre los demás. Sin mediar palabra, la persona sabe qué sienten los otros, y porqué se comportan de la forma en que lo hacen. Generalmente pasan por alto que tales conclusiones sólo son verdaderas para uno mismo, sin comprobar si son apropiadas para los demás.

Polarizado

Se evalúan los hechos o las personas de manera dicotómica. Las cosas se ven como blancas o negras, buenas o malas. Las personas son perfectas o fracasadas, no existen términos medios. No hay grises ni matices. No hay lugar para las equivocaciones.

Catastrófico

Se espera el desastre. Este tipo de distorsión, generalmente empiezan con las palabras "y si…...(ocurre tal cosa...)". La lista de temas puede resultar interminable. Una imaginación catastrófica fértil no tiene límites.

Etiqueta global

Se generalizan una o dos cualidades negativas para llegar a un juicio negativo global. El rótulo ignora toda evidencia contraria, generando una visión estereotipada y unidireccional.

Debería

La persona posee listas de normas rígidas sobre cómo deberían actuar ellos y los demás. Las personas que transgreden estas normas le generan enojo, hasta puede sentirse culpable si las viola ella misma.

Por último se busca, a través del tratamiento, generar estilos de pensamientos y creencias más adaptativos.

A  pesar  que diariamente estamos expuestos a muchos acontecimientos negativos, se puede lograr reducir considerablemente la ira, y en ocasiones directamente no sentirla.

¡Vale el esfuerzo probarlo!

Lic. M. Verónica Tamburelli