sábado, 3 de diciembre de 2011

Encuesta sobre Tecnología y Ansiedad

Actualmente el uso de internet está impactando fuertemente en la sociedad. Ha producido un cambio en las costumbres y en las relaciones de los individuos. La evolución tecnológica, la disminución del costo de conexión y el mayor acceso de la población a las computadoras, provocó un aumento en el uso de internet, no sólo como herramienta laboral o de investigación, sino también para actividades relacionadas con el ocio.
Para algunas personas internet se ha convertido en algo imprescindible alrededor de lo cual gira gran parte de sus vidas. Si usted pasa varias horas conectado y ha intentado reducir el uso debido a que este hecho estaba afectando su calidad de vida, y el resultado fue negativo, puede ser que esté padeciendo de una adicción a internet.

Para evaluar el impacto de la “tecnología” y su asociación con diferentes trastornos de ansiedad, CentroIMA inicia una encuesta poblacional. La misma es para mayores de 18 años, voluntaria y anónima.
Los invitamos a participar. Su colaboración, contestando esta breve encuesta, es inestimable y nos permitirá formular conclusiones importantes.

Recuerde, una vez contestada la misma, hacer click, al final de la encuesta, donde dice "ENVIAR (SUBMIT)".
Para participar haga click en el siguiente link:

miércoles, 30 de noviembre de 2011

El miedo a volar

¿Tiene usted miedo a volar?
¿Conoce a alguien que lo esté padeciendo?
El temor de emprender un viaje en avión es muy común. Las estadísticas muestran que el 11% de la población tiene fobia a volar.
Encontramos aquellos a los que dicha perspectiva les produce una ligera inquietud, que normalmente se disipa luego del despegue (diversas encuestas encontraron que sólo un 5% de quienes vuelan lo hacen sin ningún tipo de temor o inquietud). En otros la preocupación es mayor, y suelen ayudarse con factores externos, tales como la presencia de un acompañante, o en muchos casos el consumo de medicamentos ansiolíticos antes de salir para el aeropuerto, con eventual refuerzo antes de embarcar. Por último, están aquellos que presentan un temor de tal intensidad que anula por completo la posibilidad de un viaje de este tipo.

"Tengo que viajar por causa de mi trabajo. Mi nuevo cargo ha significado un progreso para mí. Pero ahora va a ser necesario que viaje al exterior con frecuencia. ¡Qué hago? No puedo negarme, pero la idea de volar me resulta absolutamente intolerable“
Como vemos, las limitaciones y dificultades que genera este trastorno pueden afectar diferentes áreas en la vida de una persona. Muchas veces, el viaje en avión aparece como una necesidad, ya sea por obligación laboral, o por demandas de la dinámica familiar. Hay un grupo de personas en las que la fobia a volar está presente, pero al no presentar habitualmente la necesidad de viajar por dicha vía, podemos decir que el problema no genera deterioro en su calidad de vida. Claro que siempre está latente la posibilidad de que el momento llegue...

¿Quiénes padecen este problema? ¿Por qué ocurre?
Los caminos para llegar al temor a volar son diversos:
Una persona con una vida normal, sin otros problemas en su vida anímica o social en general. Sólo presenta un miedo desproporcionado a volar. La sola idea puede generarle un estado de ansiedad con síntomas como palpitaciones, inquietud, desesperación, etc. En estos casos el diagnóstico suele ser el de Fobia Simple o Específica.
El origen puede estar relacionado con haber vivido alguna situación de peligro real durante un vuelo, o bien haberse sentido fuertemente impresionado por la noticia o el relato directo de otra persona.
También puede ocurrir en quien ha sido testigo de un accidente o situación de peligro sufrida por una aeronave. Otro caso frecuente es el de aquellos que sufren de Claustrofobia, o temor a los espacios cerrados.
Estas personas sienten gran desesperación al encontrarse en recintos cerrados: ascensores, salas pequeñas, aviones. Personas que padecen de Trastorno de Pánico con Agorafobia, que es un trastorno en el cual la persona teme la posibilidad de padecer una crisis de pánico dentro del avión, durante el vuelo, y lo que les resulta intolerable es la idea de que no podrá bajar de inmediato para obtener alivio o ayuda.
Por último encontramos a aquellos que sufren de Trastorno de Ansiedad Generalizada. En este trastorno las personas se preocupan en forma desmedida, siempre piensan que lo peor está por ocurrir en cualquier momento. Hay una sobre-estimación de la probabilidad de que ocurran eventos negativos. Como resultará fácil de entender, el temor a volar se presenta entonces con frecuencia e intensidad.

¿Es posible superarlo?
La respuesta es sí. Y en la mayoría de los casos el tratamiento es sencillo y de corta duración. Todos estos casos suelen responder muy bien a los tratamientos correctos y específicos. El mayor obstáculo suele ser que la persona que lo padece no confíe en esta posibilidad y no acceda al tratamiento, ya que casi siempre les parece inalcanzable la posibilidad de viajar con tranquilidad, "como todo el mundo".

Tratamiento de la Aerofobia: "Venciendo el Miedo a Volar"
Dirigido a aquellas personas que evitan volar, que experimentan un intenso grado de ansiedad al hacerlo, o sufren una gran angustia y temor cuando un ser querido tiene que viajar en avión.
El miedo a volar puede superarse.
La instrumentación del tratamiento específico es exitosa en la gran mayoría de los casos, y en plazos breves, habitualmente ocho sesiones, individuales o grupales, son suficientes para vencer el miedo a volar
La terapia mas eficaz es la Terapia Cognitivo-Conductual.

Dr. Enzo Cascardo

jueves, 3 de noviembre de 2011

La Intervención Cognitiva en los Trastornos de Ansiedad


La idea central que propone la Psicología Cognitiva sostiene que: “la emoción y la conducta de una persona son consecuencia de sus pensamientos”.

Todos los sucesos, estímulos y situaciones cotidianos son juzgados, interpretados y etiquetados de manera particular por cada persona. Constantemente estamos describiendo el mundo y catalogando cada suceso o experiencia.
Estos juicios e interpretaciones conforman el área cognitiva propia de cada persona, son los “lentes” con los que miramos el mundo que nos rodea, están formados por el diálogo interno que cada persona tiene consigo misma, y se manifiestan en forma de pensamientos.
Estos pensamientos fluyen como una cascada y, a pesar que rara vez nos damos cuenta de ellos, son capaces de generar los estados emocionales más diversos.
Habitualmente los llamamos “pensamientos automáticos” para enfatizar que los mismos se experimentan como si fueran un reflejo, sin reflexión o razonamiento previo.
Las siguientes características son típicas de los pensamientos automáticos:
  • Son mensajes específicos, parecen taquigrafiados: compuestos por unas pocas y esenciales palabras o una imagen visual breve. 
  • A pesar de ser irracionales casi siempre son creídos: tienen la misma credibilidad que si fueran impresiones directas de los sentidos. 
  • Los pensamientos automáticos se viven como espontáneos: entran “de golpe” en la mente. 
  • A menudo se expresan en términos de “habría de” “tendría que” o “debería” 
  • Tienden a dramatizar: predicen catástrofes, ven peligros en todas partes y siempre suponen lo peor. 
  • Son idiosincráticos: cada persona tiene sus propios y particulares pensamientos automáticos. 
  • Son difíciles de desviar.
  • Son aprendidos.
Los trastornos psicológicos (entre ellos los trastornos de ansiedad), son el resultado de determinados y específicos errores cognitivos; pensamientos automáticos, ideas, creencias e interpretaciones erróneas, rígidas y absolutas de la realidad, que determinan emociones específicas.
Las personas con ansiedad interpretan la realidad como peligrosa o amenazante. Están preocupados continuamente por anticipar peligros.
Para las personas con depresión los eventos son siempre interpretados como pérdidas y daños a sí mismos.
Los sucesos no tienen un contenido emocional intrínseco, sino que somos las personas quienes interpretamos y etiquetamos todos los estímulos y situaciones de nuestra vida.
En la categorización y en la etiqueta elegida está la fuente de la emoción.
El terapeuta Albert Ellis, fundador de la terapia racional emotiva, propone el análisis del continuo diálogo interno según el modelo ABC.  
                                                    
A
B
C
Acontecimientos activantes
creencias, evaluaciones, ideas, pensamientos.
Interpretaciones acerca de A
Consecuencias de las creencias sobre A

Este modelo enfatiza la interpretación dada a los pensamientos (B), que determinan las diferencias en la reacción  de las personas (C) ante un mismo estímulo (A).

Si el pensamiento (B) es funcional, adaptativo y lógico, se lo considera “racional”.
Por el contrario, si dificulta el funcionamiento de la persona, es ilógico y provoca emociones desadaptativas, se lo considera “irracional

La Reestructuración Cognitiva es la intervención terapéutica que apunta a que el paciente pueda mediante un debate, confrontar, poner a prueba, discutir y modificar sus creencias irracionales por otras mas racionales y adaptativas.

A partir de estas discusiones se van flexibilizando ideas rígidas y logrando visiones alternativas mas flexibles.
El paciente aprende a evitar suposiciones o inferencias personales acerca de los sucesos y se habitúa a buscar evidencias reales basadas en datos concretos de la realidad objetiva.
 
La flexibilización de los pensamientos y la reestructuración cognitiva permiten al paciente activar esquemas más funcionales, generando como resultado emociones y conductas más apropiadas y adaptativas.
Lic. Florencia Puccio

viernes, 28 de octubre de 2011

La Medicación: Mitos y Realidades



Muchas veces nos preguntan si es mejor tomar medicación o cuál es el mejor fármaco para tratar determinado trastorno, como si existiera una pastilla milagrosa capaz de quitar de una vez y para siempre un trastorno de ansiedad. ¡Nada más alejado de la realidad!

Pero entonces, ¿qué papel juega la medicación en el tratamiento de la ansiedad y el pánico?
Lo primero que diremos es que, el lugar que ocupa la medicación no es el que la mayoría de las personas que están en tratamiento le atribuyen.
Es importante asociar la medicación apropiada a una psicoterapia específica, la integración de ambas modalidades ha demostrado los resultados más eficaces en los estudios internacionales realizados sobre este particular.
Los procesos de la mente se llevan a cabo en el cerebro, éste es el órgano con el cual pensamos, sentimos y actuamos, tanto de manera conciente y voluntaria como inconciente e involuntaria.
Es decir, es imposible concebir a la mente y al cerebro por separado y más, cualquier acción terapéutica que se lleve a cabo en el cerebro (por ejemplo, la toma de una determinada medicación) va a terminar provocando cambios en la mente, en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones (comportamientos, conducta).
A su vez, las psicoterapias, al actuar sobre los procesos mentales a través del aprendizaje, terminan generando cambios en el cerebro (en la arquitectura y el funcionamiento de las neuronas).

¿Qué sucede con la medicación después de que uno la ingiere?
Se absorbe en el tubo digestivo (estómago, intestinos), es decir, atraviesa sus paredes y entra a la sangre. Una vez allí, la mayoría de las drogas pasa por el hígado, se transforman en principios activos, y desde ahí, se distribuyen hacia el sistema nervioso.
Los psicofármacos actúan directamente sobre las neuronas (unidad anatómica y funcional del cerebro y de otras estructuras del sistema nervioso). Esta acción se ejerce sobre unas proteínas ubicadas, en la mayoría de los casos, en la superficie de las neuronas, llamadas receptores.
Imaginemos la acción de un fármaco sobre su receptor como una llave (fármaco) actuando en una cerradura (receptor) y provocando, mediante la apertura de esa cerradura, un efecto.

Normalmente, sobre ese receptor actúan muchas sustancias llamadas neurotransmisores (adrenalina, noradrenalina, serotonina, entre otras), justamente porque transmiten el estímulo (señal, mensaje, información) de una neurona a otra neurona.

La unión del neurotransmisor (o del fármaco) con su receptor, a su vez, desencadena una serie de acontecimientos moleculares (muy complejos como para explicar en pocas palabras) en el interior de las neuronas, que terminan por producir cambios en la expresión de los genes y, en consecuencia, en la arquitectura y el funcionamiento de las neuronas. Así, este grupo de neuronas comienzan a trabajar mejor, a procesar la información de manera más conveniente, generando conductas más adaptativas (por ejemplo no evitar un ascensor, estar en un cine, poder estar lejos de casa, preocuparse menos, etc.)

Otro mito al que nos enfrentamos con frecuencia es el siguiente:
“¿Tengo que tomar medicación de por vida?”
Cuando iniciamos un tratamiento con fármacos de ninguna manera manejamos como hipótesis que el mismo sea “de por vida”. En los casos en que el paciente atraviesa por la última etapa (de reestructuración cognitiva) de la Terapia Cognitivo Conductual, se puede, después de un lapso de aproximadamente un año y medio, ir retirando paulatinamente la medicación hasta interrumpirla por completo.

También nos preguntan a menudo sobre si la medicación puede generar adicción.
Tenemos que tener en cuenta lo siguiente, una situación es que necesitemos continuar tomando medicación porque el trastorno todavía está presente y, a pesar de estar haciendo una vida prácticamente normal y con síntomas menos intensos, persiste el miedo a tener una crisis de pánico, y otra situación bien diferente es la dependencia física o psicológica que pueden generar estas sustancias.
Hecha esta aclaración, podemos responder a la inquietud: si la medicación se interrumpe paulatinamente, y con control del médico psiquiatra (condición sine qua non) la posibilidad de un síndrome de abstinencia es muy baja o, más bien, nula.

Recordemos, entonces, lo siguiente:
1. La pastilla milagrosa no existe.
2. No es lo mismo utilizar cualquier tratamiento, hay determinados fármacos que han demostrado eficacia significativa en estudios diseñados para tal efecto, mientras que otros se utilizan por consejo de personas que no están capacitadas para evaluar que tratamiento es el más conveniente.
3. La medicación, en la gran mayoría de los casos, no tiene porqué tomarse de por vida.
4. Siempre debe estar indicada por un médico psiquiatra, quien debe ser, además, el encargado del seguimiento periódico del paciente.
5. Los psicofármacos, si se interrumpen de manera planificada y adecuada, no tienen por qué provocar un síndrome de abstinencia.
6. La medicación de ninguna manera reemplaza a la terapia cognitivo-conductual, sino que la complementa y mejora su eficacia, tal como lo muestran muchas investigaciones.
7. Tomar un psicofármaco, cuando es necesario y si está controlado por el médico, no sólo no es malo, sino que, por el contrario, es bueno, ya que acrecienta las probabilidades de recuperarse de una patología que afecta la vida normal.
8. Es un error pensar que solo los pacientes que están muy mal son los que toman medicación y, por el contrario, los pacientes mas leves no toman. Pues, la medicación se indica en base a otros parámetros, que generalmente no tienen que ver con la intensidad del trastorno.

Dr. Enzo Cascardo

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Técnicas de exposición: No es lo mismo lo espontáneo que lo planificado

En el tratamiento de los trastornos de ansiedad utilizamos casi invariablemente técnicas de exposición, tanto en vivo como imaginaria. El uso de estas estrategias tiene como objetivos:
  • la habituación, que implica que el sujeto se desensibilice y responda cada vez con reacciones menores de miedo y ansiedad a un estímulo temido,
  • la reestructuración cognitiva por intermedio de la confrontación de pensamientos distorsionados con los datos de la realidad, 
  • el abandono de conductas de evitación que constituyen uno de los principales factores de mantenimiento de la ansiedad patológica.
La práctica de la exposición se planifica de manera gradual, generando un afrontamiento progresivo del estímulo temido. Según el trastorno de ansiedad con el que estemos trabajando y de acuerdo a las particularidades de cada persona y a las conductas que evite, los estímulos a los que se debe enfrentar un paciente serán diversos.
En el Trastorno de Pánico y en la Agorafobia serán habituales la evitación de situaciones en las cuales el paciente cree difícil escapar o recibir ayuda en caso de tener una crisis de pánico (cines, transportes públicos, lugares colmados de gente, etc.) o los chequeos constantes de los síntomas físicos de activación (frecuencia cardíaca y respiratoria, mareos, visión borrosa, hormigueos, etc.).
Quienes padecen un Trastorno de Ansiedad Social, intentarán no involucrarse en situaciones dónde resulten el centro de atención y puedan ser evaluados negativamente por otros (reuniones, fiestas, exposiciones públicas, citas amorosas, etc.).
Los fóbicos, según el caso, realizarán todo tipo de maniobras para no enfrentar una cucaracha, para viajar en micro en lugar de subir a un avión o para no pasar por la casa dónde hay un perro. Las personas con Trastorno de Ansiedad Generalizada, por medio de la preocupación excesiva, evitan confrontar con las imágenes mentales de las supuestas desgracias que anticipan todo el tiempo.
En el Trastorno por Estrés Postraumático, la evitación pasa por toda situación que recuerde o haga revivir el suceso traumático (lugares, sonidos, olores, etc.)

Entonces, deberemos generar junto con el paciente una detallada enumeración de las situaciones, conductas y estímulos evitados, a fin de elaborar una jerarquía (de menor a mayor) que nos sirva para planificar el trabajo de exposición. Esto se hace de manera gradual y progresiva. Quizás un paciente agorafóbico inicie sus tareas de afrontamiento acercándose a la boca del subte hasta lograr habituación sin avanzar más hasta la próxima sesión. O alguien con fobia social sólo intente al principio preguntar la hora en la calle.
Pero es importante puntualizar que no es lo mismo una exposición planificada que una espontánea. Es común que nuestros pacientes sean resistentes a realizar afrontamientos, algo entendible en función del incremento de ansiedad que generan, y planteen que lo harán cuando surja la oportunidad o la necesidad de hacerlo, o que nos relatan muy contentos haber podido enfrentar con éxito una situación potencialmente ansiógena a la que quedaron expuestos involuntariamente. Es nuestro deber como terapeutas explicarle al paciente las diferencias sustanciales entre ambos tipos de exposición. Es indispensable el pasaje por los afrontamientos planificados ya que son los únicos que nos permiten un trabajo sistemático y ponen en juego la ansiedad anticipatoria para tolerarla, los pensamientos automáticos negativos y distorsionados para confrontarlos y las creencias erróneas para reestructurarlas. La habituación, la desensibilización, se dan por la exposición gradual, progresiva y repetida al estímulo temido. Un correcta psicoeducación nos va a permitir ayudar al paciente a entender que lo que le proponemos es enfrentar montos tolerables de ansiedad a corto plazo como forma de lograr una mejor calidad de vida a largo plazo. 
Lic. Diego Tzoymaher

lunes, 8 de agosto de 2011

Estrés, Ansiedad e Infertilidad (Primera Parte)

Cada vez son más los especialistas en medicina reproductiva que nos piden colaboración a nosotros, los psicólogos, para entrenar a pacientes en el manejo del estrés y la ansiedad que implica atravesar por tratamientos de reproducción asistida. Tratamos pacientes con trastornos de ansiedad previa al diagnóstico de infertilidad, y tratamos pacientes con sintomatología debido al estrés y a la crisis vital que implica dicho diagnóstico. 

En el consultorio, los pacientes nos preguntan cómo influyen la ansiedad y el estrés en la fertilidad. A ellos, por su gran fortaleza y necesidad de entender lo que les sucede, está dedicado este artículo.

Desde el momento del diagnóstico, durante la fase de tratamiento y hasta el momento del resultado, el estrés está presente en los pacientes. Las emociones se confunden y van de la esperanza a la desesperanza, de la ilusión a la desilusión, hasta la incertidumbre y el temor a lo desconocido. Una vez una paciente lo describió muy bien: “Siento que desde que empecé con los tratamientos, mi vida está en stand by”.

Todo este proceso puede provocar alteraciones en lo emocional, físico, profesional, social y sexual de las parejas, lo que genera un circulo vicioso que puede terminar alterando a la propia capacidad de gestación, disminuyendo aún más la probabilidad de éxito de los tratamientos de fertilidad. 

¿Qué se sabe hasta el momento?
 
Sabemos que el estrés es la causa principal de abandono de los tratamientos de fertilidad.

Los efectos de este particular estrés en la calidad de vida de la pareja tienden a ser sustancialmente mayores en las mujeres que en los hombres (Guerra y cols, 1988).

Lemmens y cols. (2004) y Alper y cols. (2002) realizaron estudios concluyentes acerca de la necesidad de que las parejas sometidas a técnicas de reproducción asistida tengan soporte psicológico antes, durante y después del tratamiento, debido a la ansiedad y la sensación de pérdida de control, que se traduce en síntomas psicosomáticos en ambos miembros de la pareja.
Existen estudios que demuestran que las parejas con problemas de fertilidad tienen una mejor respuesta al tratamiento médico cuando éste incluye un apoyo psicológico. Domar y cols. (1999) demostraron que un programa para disminuir el estrés psicológico está asociado con un mayor porcentaje de embarazos viables en tratamientos de infertilidad.

Asimismo, aunque la relación entre niveles de ansiedad y la probabilidad de éxito de los tratamientos no es concluyente, muchos autores hallaron una relación estadísticamente significativa entre el papel de la intervención psicológica y el número de concepciones (Alice Doman et al. (1990, 1992), Annette L. Stanton & Christine Dunkel-Schetter (1991), Jane Read (1995) o Sandra & Leiblum (1997) entre otros) .

También sabemos que los factores que influyen positivamente en los tratamientos son:
  • Mantener bajos niveles de estrés.
  • El apoyo de la pareja.
  • Un alto grado de confianza en el tratamiento y expectativas positivas con respecto a sus resultados.
En un estudio de 1991, Sabourin y colaboradores concluían que “las parejas que tienen mejor ajuste personal, marital y social son las que mejor se integran en los programas de Reproducción Asistida, mejores resultados obtienen y mayor satisfacción expresan”.

¿Qué aporta la Terapia Cognitivo Conductual (TCC)?

Cualquier intervención psicológica debe apuntar a reducir el estrés asociado a la infertilidad, explorar los sentimientos de pérdida y ayudar a que el paciente pueda expresarlos.

La TCC aplicada a la infertilidad aporta ejercicios destinados al manejo de la ansiedad, entrenamiento en técnicas de autocontrol y reestructuración de pensamientos negativos, y estrategias de afrontamiento centradas en el problema, que incluyen la búsqueda de información, la planificación del tiempo y de los períodos de espera, los descansos entre tratamientos, etc. Otro aspecto importante es mejorar la comunicación y las estrategias de resolución de problemas que utiliza la pareja para hacerle frente a esta situación.

Muchas veces, la etapa de diagnóstico conlleva una gran incertidumbre acerca de las causas que generan la infertilidad. Es importante recalcar la importancia de la búsqueda de información en esta etapa, acerca de los tiempos, los procedimientos y la probabilidad de éxito del tratamiento. Muchas veces, la ansiedad de los pacientes (y lamentablemente, a veces de los propios médicos) por iniciar el tratamiento, lleva a saltearse pasos en el diagnóstico e incurrir en tratamientos que están destinados a fallar desde un comienzo. Son tantas las variables que hoy por hoy se pueden manipular gracias al avance de las técnicas de fertilidad, que esto muchas veces lleva a los pacientes a pensar que las probabilidades de éxito son mayores a las reales. Poder ayudar a los pacientes a procesar todo esto es nuestra tarea. 

La investigación científica ha demostrado que aprender y practicar estrategias cognitivo-conductuales ayuda a disminuir los síntomas físicos, el estrés y la ansiedad, y los sentimientos de tristeza, aislamiento y enojo. El manejo de estas variables psicológicas puede influir positivamente en los resultados de los tratamientos de reproducción asistida, lo que hace del abordaje interdisciplinario la mejor elección.

Lic. Cecilia Veiga

jueves, 23 de junio de 2011

Claustrofobia: El miedo al encierro


La claustrofobia (del latín claustrum -cerrado- y el griego φόβος, -fobia, miedo-) está considerada, por el Manual diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), como una fobia específica dentro de los trastornos de ansiedad.
Las fobias específicas se caracterizan por un temor excesivo o existente a un objeto o situación. El hecho de tener que enfrentarse a esta situación provoca en personas con esta dificultad, síntomas de ansiedad.  De este modo, estas situaciones son evitadas o enfrentadas con mucho malestar.
Los temores asociados a estos escenarios son irracionales y excesivos, estando en presencia del estímulo real o con el simple hecho de anticiparse a la situación.

En este sentido, podemos ubicar a la claustrofobia dentro de las fobias específicas del tipo situacional.
En este caso, el temor está relacionado con diversas situaciones en las cuales los temores de quedar encerrado, atrapado o incapacitado para salir juegan un rol dominante.
Sin embargo, no solo se presenta como un miedo a los espacios cerrados, sino que las personas que padecen claustrofobia  lidian con la idea de asfixiarse por creer que no hay suficiente aire en ese lugar.
La mayoría de los espacios pequeños y cerrados suponen un riesgo de quedarse encerrado, como pudiera pasar en un ascensor, y una limitación de los movimientos, por lo que las personas con claustrofobia pueden sentirse muy vulnerables al limitarse en su actividad.  Es notable la connotación acerca de qué tipo de ascensores generan un miedo mayor: las personas con claustrofobia suelen llamar a esta clase de ascensores “herméticos”, siendo que en realidad, este tipo de ascensores no existe.  Los ascensores pueden ser cerrados o abiertos, pero en ningún caso una persona puede quedarse sin aire dentro de ellos.

Cuando una persona que sufre claustrofobia anticipa que va a entrar, o entra, en un espacio cerrado, experimenta una reacción de ansiedad intensa como falta de aire, palpitaciones o mareo. Debido a estos síntomas, normalmente se evitan los espacios cerrados. Por ejemplo, subir por las escaleras 12 pisos antes que usar el ascensor, negarse a que le practiquen una tomografía incluso cuando es necesario, no utilizar el tren o el subte, no bajar a sótanos, serían algunos casos.
En cuanto a la ansiedad, la respuesta de esta disminuye considerablemente cuando la persona abandona el sitio cerrado.
Los síntomas pueden incluir aquellos típicos de un ataque de pánico:
  • Sudoración 
  • Palpitaciones 
  • Sensación de falta de aire o hiperventilación 
  • Temblores 
  • Embotamiento o miedo al desmayo 
  • Escalofríos 
  • Hormigueos 
  • Náuseas 
  • Sensación de tener miedo, terror, pánico.
Quienes padecen de claustrofobia, no solo sufren los síntomas mencionados en los espacios típicos, sino que a raíz de ello se ve afectada su calidad de vida, puesto que se trata de espacios integrados para la vida social y cotidiana.

Tratamiento:
El tratamiento que ha mostrado mayor eficacia es la Terapia Cognitivo-Conductual, mediante la cual se intenta focalizar y desafiar los pensamientos distorsionados que llevan a la aparición de la ansiedad patológica.
Las personas que sufren de claustrofobia exageran la posibilidad de que ocurra algo grave o terrible al tener que enfrentar la situación temida.  Sienten y piensan que no tienen herramientas ni recursos suficientes para hacerle frente. 
El tratamiento brinda técnicas para reducir la ansiedad, tales como la exposición en vivo (la persona afronta en repetidas ocasiones la situación temida con la ayuda de nuevos recursos y herramientas para manejar la ansiedad), la desensibilización sistemática (establece una jerarquía de situaciones temidas afrontándolas progresivamente de menor a mayor), la respiración diafragmática o abdominal (es una  técnica respiratoria que favorece la relajación), y además, técnicas de imaginería y relajación muscular. 
Es importante mencionar que, para el tratamiento de la claustrofobia, es poco frecuente la utilización de psicofármacos, debido a que quienes padecen esta enfermedad logran la recuperación en un alto porcentaje y en un corto periodo de tiempo, mediante la implementación de las técnicas mencionadas.

Lic. Santiago Raggio

martes, 14 de junio de 2011

IX Seminario Anual de la AATA

El día viernes 10 de junio se realizó en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza de la Ciudad de Buenos Aires el IX Seminario Anual de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA).

Como todos los años, se reunieron allí los principales especialistas en materia de trastornos de ansiedad del país para hacer una puesta al día de las novedades relacionadas con estas patologías.

Con una asistencia masiva durante toda la jornada, el seminario ofreció un programa amplio que cubrió aspectos tanto médico-farmacológicos como psicoterapéuticos.

Los presidentes honorarios de la AATA, los doctores Alfredo Cía y Miguel Márquez, tuvieron a cargo la apertura y cierre de la jornada disertando sobre reflexiones, planteos novedosos y comorbilidad en trastornos de ansiedad.

El presidente entrante de la asociación, Dr. Daniel Bogiaizian, junto con el saliente, Dr. Enzo Cascardo, compartieron mesa junto con Dr. Fernando García exponiendo sobre Trastorno de Ansiedad Generalizada, ansiedad en el ámbito del trabajo y aspectos motivacionales en el tratamiento.

En el siguiente simposio, cuya temática fue la ansiedad en la infancia, las doctoras Beatriz Moyano y Carolina Remedi junto con la licenciada Susana Nofal, expusieron sobre el tratamiento del trauma y sobre los orígenes fetales y el desarrollo temprano de los trastornos de ansiedad y su espectro.

Promediando la jornada, los doctores Carlos Soria y Andrea López Mato tuvieron a cargo sendas conferencias sobre aportes genómicos de los trastornos de ansiedad y sobre la relación entre ansiedad y género.

A continuación, tuvieron lugar dos simposios que abordaron temas ampliamente relacionados con los trastornos de ansiedad: las intervenciones estéticas, el estrés y el corazón. En el primero, el psiquiatra Ricardo Pérez Rivera junto con el cirujano plástico Fabián Pérez Rivera y el licenciado Manuel Tomé disertaron sobre las intervenciones estéticas y los riesgos que implican en personas con patologías específicas como el Trastorno Dismórfico Corporal. En el segundo, la Lic. Mirta Laham, y los doctores Daniel López Rosetti y Fernando Taragano tuvieron a cargo una mesa en la que se discutió acerca del abordaje del paciente coronario en relación a los trastornos de la ansiedad y al estrés.

Como última actividad, antes de la charla final del doctor Márquez, se presentó la mesa sobre personalidad y ansiedad a cargo de los doctores Gustavo Bustamante, Pablo Gagliesi y Alicia Portela.

Una vez más, el seminario anual de la AATA resultó un espacio de gran importancia para la actualización de los profesionales que nos especializamos en trastornos de la ansiedad y buscamos estar al tanto de las últimas novedades en el tema.

Lic. Diego Tzoymaher

martes, 26 de abril de 2011

¿Los niños pueden ser ansiosos?

Dentro de los trastornos psicológicos, los trastornos de ansiedad en la infancia son los cuadros más frecuentes. Alcanzan entre un  5 – 18%. Las niñas son más afectadas que los varones. Aproximadamente la mitad de los niños y adolescentes con trastornos de ansiedad tienen un segundo trastorno de ansiedad o un trastorno mental o del comportamiento.
En la consulta, cuando evaluamos a un niño, no debemos dejar de pensar en su entorno, su familia, el colegio, amigos cercanos, etc.; para poder realizar un diagnóstico y un tratamiento adecuado.
Los trastornos de ansiedad tienen, entre otros, un origen neurobiológico y una vulnerabilidad genética que hacen que un niño con este trastorno posea altas probabilidades de tener, por lo menos, uno de sus padres con un trastorno de ansiedad.
Los niños que tienen una mayor actividad en ciertas áreas del cerebro (llamadas hipocampo anterior y la amígdala), y que puede resultar hereditaria, tienen una mayor predisposición a desarrollar trastornos depresivos y de ansiedad, así como problemas de abuso de drogas, cuando lleguen a la adolescencia y la edad adulta, según ha determinado una investigación de la Universidad de Wisconsin.

En la cultura occidental, cuando un hijo demuestra temor o inseguridad, los padres instintivamente responden protegiéndolo y evitándole la situación de temor y exposición. Luego de un tiempo el niño se encuentra cada vez con menos recursos para enfrentar lo temido y por ende reafirmará su idea de que no puede ni podrá, perpetuándose así un circuito de sostenimiento de la ansiedad. La conducta sobreprotectora de los padres sostiene los síntomas de ansiedad de los niños.
Los trastornos de ansiedad infantil suelen estar asociados a otro trastorno de ansiedad. Todo niño que esté pasando por dificultades de este tipo, será reticente a irse a dormir,  y tendrá insomnio de conciliación. Muchas veces sus ideas de miedo serán amplificadas cuando cierra los ojos. Los pensamientos dominan la conciencia en forma obsesiva y no permiten que el niño se relaje y se duerma.
Las formas de presentación se dan muy entremezcladas y es muy común encontrar síntomas de varios tipos de trastornos de ansiedad a la vez.

La sintomatología más frecuente es la del trastorno de ansiedad por separación, la cual se manifiesta fundamentalmente en el ingreso a la escuela primaria. Las características de este trastorno son las siguientes:
  • Prevalencia: 2.4 a 5.4 %.
  • Representa hasta un 50 % de la población infantil con trastornos de ansiedad.
  • Presenta dolores somáticos frecuentes.
  • El 95% alcanza la remisión, pero estos niños tienen alta posibilidad de desarrollar otro trastorno de ansiedad o trastorno del estado de ánimo en el futuro.
El trastorno se caracteriza porque estos niños sienten un  miedo intenso a separarse de uno de los padres o a perderlo. A menudo el miedo subyacente a separarse del progenitor se traduce en reticencia a quedarse solo, o en pesadillas relacionas con esta separación. A los niños y adolescentes con este trastorno les cuesta ir al colegio, participar en actividades extraescolares, como cumpleaños, campamentos, o dormir fuera de la casa.
Los niños se niegan a separarse de sus padres, refiriendo temores excesivos que los llevan a crisis de angustia desmedidas y de difícil manejo para los padres.

El cuadro que sigue en frecuencia es el trastorno de ansiedad generalizada:
  • Representa un alto porcentaje de los cuadros de ansiedad en la infancia con igual expresión en ambos sexos.
  • La prevalencia en la infancia se estima aproximadamente en 3%
  • La asociación con otro cuadro de ansiedad es casi la regla
  • Los niños son descriptos como muy cautelosos y “pegotes” a sus padres.
Suelen manifestar este trastorno a través de cuadros somáticos, como palpitaciones, falta de aire, sudoración, dolor de cabeza,  aunque el principal síntoma de este cuadro es el dolor abdominal difuso. Estos síntomas son reales somatizaciones de ansiedad, y no manipulaciones como muchas veces se concluye.
Estos síntomas afectan fundamentalmente el rendimiento académico. La máxima expresión se da en situaciones de evaluación, donde el niño sufre muchísimo.

Otro cuadro que cada vez encontramos con más frecuencia es el trastorno de pánico, sobre todo en la adolescencia. Los síntomas no difieren de los del adulto, aunque predomina la sintomatología somática más que la cognitiva- catastrófica.

Existe también el mutismo selectivo, cuadro de vital importancia en la infancia. Se ha relacionado a estos niños como los antecesores de los adultos con trastorno de ansiedad social (fobia social). Estos niños se niegan a hablar  en situaciones sociales donde se espera  que esto suceda. Generalmente este trastorno se hace evidente en el jardín de infantes. Participan de los juegos pero no verbalmente. Obviamente antes de arribar a este diagnóstico deben descartarse otras patologías como problemas de audición y lenguaje.

Otro cuadro es el trastorno por estrés postraumático. Los niños son una población muy vulnerable. Están expuestos a situaciones de violencia tanto o más que los adultos. Habría que preguntarse cuántos de los niños lo desarrollarán luego de haber sido expuestos a una situación traumática. Algunos datos sugieren que el 100% de los niños que fueron testigos de un homicidio o de un ataque sexual, desarrollarán este trastorno. En los niños, los recuerdos suelen aparecer de manera intensa y recurrente, en forma de imágenes. Son muy frecuentes las pesadillas. También suelen evitar conversar del suceso o realizar actividades que afloren el recuerdo del evento traumático.

También debemos tener en cuenta al  trastorno obsesivo compulsivo. Se caracteriza por pensamientos intrusivos, repetitivos, o imágenes que aumentan la ansiedad, y por comportamientos estereotipados, rituales o actos mentales destinados a neutralizar la ansiedad.
La edad de comienzo se sitúa alrededor de los 8 años. La mayoría de los adultos con este trastorno refiere haberlo sufrido desde su infancia. La transmisión genética es muy alta. Generalmente los niños que padecen este trastorno tienen una actitud de irritabilidad constante, se manifiestan demandantes  con los padres, y suelen poner a la familia al servicio de sus obsesiones y compulsiones. Es común que este trastorno tenga una alta asociación, con otros trastornos de ansiedad, con tics, síndrome de Tourette, síntomas psicóticos, trastornos del lenguaje.

Una vez que se realiza una evaluación diagnóstica, se decidirá cuál es el tratamiento más adecuado para el paciente. En la actualidad  la Terapia Cognitivo-Conductual podría considerarse una alternativa de elección, ya que ha demostrado ser superior a otras técnicas.  Es muy importante el trabajo con la familia y con la institución escolar  a la que concurre el niño. También, en caso de considerarse necesario, puede utilizarse medicación, siempre bajo la supervisión de un médico especialista en trastornos de ansiedad en la infancia.
Dra. Carolina Quantin