martes, 18 de marzo de 2014

Charla abierta a la comunidad: “Trastornos de ansiedad. ¿Cómo detectarlos? ¿Se pueden tratar eficazmente?”

Los trastornos de ansiedad tienen una presencia significativa en la población, tanto adulta como infantil. Pánico, fobias, timidez severa, preocupación excesiva, obsesiones y compulsiones, son formas en las que estos problemas se ponen de manifiesto. Muchas veces las personas tardan mucho tiempo en obtener un diagnóstico correcto para estos desórdenes. Esta charla resultará de utilidad para todo aquel que sospeche padecer de alguno de estos problemas o que tenga familiares o amigos a quien quiera asesorar. Abordaremos las características de los trastornos de ansiedad y las diferentes maneras de tratarlos que cuentan con evidencia científica, tanto farmacológica como psicoterapéutica.

Expondrá el Lic. Diego Tzoymaher, psicólogo de la institución.

Jueves 20 de marzo, 19 hs. en la sede de CentroIMA, Scalabrini Ortiz 3355 4ºI

Actividad no arancelada, con inscripción telefónica previa al 4805-2731 o 4803-9177





lunes, 3 de marzo de 2014

¿Preocupación normal o TAG?

  • ¿Te resulta difícil poner fin a algunos estados de preocupación o, si necesitás enfocar tu mente en otro tema, te es imposible quitar satisfactoriamente la preocupación de tus pensamientos?
  • ¿Te pasa que mientras estás intentando enfocar tu atención en leer, ver tv o trabajar, las preocupaciones irrumpen de golpe en tu mente dificultando dichas actividades?
  • ¿Te preocupás por cosas que no revisten tanta importancia para los demás?
  • ¿Encontrás motivos para preocuparte y ponerte ansioso incluso cuando las cosas van bien?
Si respondiste afirmativamente a la mayoría de las respuestas, es probable que padezcas de un trastorno de ansiedad generalizada o TAG.

El TAG se caracteriza por la presencia de ciertos pensamientos que describiremos a continuación (llamados síntomas cognitivos): preocupación excesiva sobre una amplia gama de acontecimientos durante más seis meses de duración, sobreestimación de la probabilidad de que ocurran eventos negativos y pensamiento catastrófico. Los síntomas físicos incluyen inquietud o impaciencia, fatigabilidad fácil, tensión muscular, dificultades de concentración, irritabilidad y las alteraciones del sueño. Es fundamental tener en cuenta los síntomas cognitivos asociados con la preocupación persistente e incontrolable. De hecho, las distorsiones cognitivas, principalmente la sobreestimación de la probabilidad de que ocurra un evento negativo, son un síntoma clave cuya consideración es imprescindible para el profesional que realiza el diagnóstico de TAG.

Llamamos preocupación excesiva a un estado de preocupación intenso, persistente y difícil de controlar, que perturba el normal desarrollo de quienes lo sufren y de aquellos que los rodean. Los contenidos de tal preocupación son aquellos comunes de la vida cotidiana: la salud y el trabajo propio o de miembros de la familia, el futuro, la economía, el rendimiento laboral, lograr cumplir a tiempo con diversas obligaciones, llegar en horario a las reuniones, etc. Esta preocupación lleva a quienes la padecen a vivir en un permanente estado de tensión y de alerta (que se refleja en cansancio fácil, irritabilidad, impaciencia, inquietud, contracturas musculares, sueño poco reparador y dificultad para concentrarse), siempre anticipando la posibilidad de que ocurran hechos negativos en el futuro próximo:

  • Si tengo que irme de vacaciones en auto, seguramente habrá mucho tráfico, y es probable que avance muy lentamente y hasta que se produzca un colapso en la autopista y así ser blanco vulnerable para los ladrones que puedan rondar por allí.
  • Mi hija va a bailar, y si no me responde el mensaje que le mandé es probable que la hayan secuestrado o que haya tenido un accidente
  • Si suena mi teléfono a las once de la noche, es porque alguien va a darme una mala noticia.
  • Me duele el estómago, quizá sea una enfermedad maligna y no la hayan detectado a tiempo.

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Aunque la preocupación excesiva es el elemento característico y principal en el TAG, a veces queda opacada por la gran cantidad de síntomas físicos que tiene el paciente. El curso de la enfermedad es generalmente crónico y se acompaña por la afectación del funcionamiento laboral, académico y social de los pacientes. El TAG también genera una discapacidad similar a la observada en presencia de otras enfermedades médicas. Con frecuencia, las personas con TAG presentan síntomas durante más de diez años antes de recibir el diagnóstico correcto. Los síntomas que motivan la consulta son generalmente la presencia de dolor muscular, fatiga, depresión y alteraciones del sueño.
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La persona con un trastorno de ansiedad generalizada cree que vive en un mundo amenazante, difícil de controlar y se considera a sí misma como alguien sin recursos para afrontar los problemas que se le plantearán. Suelen ser exageradamente responsables e hipercríticos. Es común que se ocupen de más cosas de las que les corresponden, al considerar que los demás no lo hacen como deberían, sobrecargándose por no querer delegar tareas a otras personas.

Si  padecés de TAG, debes saber que la mejoría en la calidad de vida es posible, siempre y cuando se aborde y resuelva el síntoma central de este trastorno, la preocupación excesiva. Existen diversas técnicas cognitivo-conductuales de probada utilidad para revisar y corregir el modo catastrófico en que la realidad es percibida y procesada. También disponemos hoy en día de nuevos psicofármacos específicos, orientados a atenuar los síntomas físicos, a favorecer un mejor descanso, a disminuir la elevada ansiedad cotidiana y a restablecer el estado anímico, con frecuencia deteriorado. El tratamiento debe ser indicado y controlado por un médico especialista, el cual evaluará cual es el fármaco indicado para cada caso, en qué dosis y durante cuánto tiempo deberá ser administrado.

Un diagnóstico adecuado es el primer paso para intentar abordar un problema psicológico que muchas veces se confunde con una forma de ser.

Dra. Carolina Quantin


domingo, 9 de febrero de 2014

Libro recomendado del mes

Con la recomendación de este libro inauguramos una nueva sección en nuestro blog. La idea es compartir con ustedes lecturas que pueden resultar de utilidad para transmitir ideas y conceptos que son habituales en la práctica diaria del consultorio. Muchas de las publicaciones que vamos a recomendar aquí se las sugerimos a nuestros pacientes en algún momento del tratamiento como forma de acompañar el trabajo terapéutico. Esperamos que estas propuestas despierten su interés y estimulen su curiosidad.


La primera recomendación que queremos hacerles es “El arte de no amargarse la vida” del psicólogo español Rafael Santandreu. Es una manera simple y amena de acercarse a los conceptos de la terapia cognitiva como forma de abordar los malestares anímicos y emocionales.
El libro está organizado alrededor de dos conceptos principales: la “necesititis” y la “terribilitis”. Santandreu sostiene que la mayoría de los trastornos psicológicos causantes de sufrimiento y malestar tienen que ver con la confusión entre deseos y necesidades, a eso lo denomina enfermedad de la “necesititis”, y con creer que los problemas y carencias son siempre terribles e intolerables, es a lo que llama “terribilitis”.
El autor usa estas expresiones, estos neologismos, como forma de transmitir el concepto de distorsión cognitiva, eje central de la conceptualización cognitiva de los desórdenes psicológicos, ya explicado en este blog anteriormente, y los desarrolla valiéndose de casos de su práctica clínica y de ejemplos de su vida personal.

Más allá de cierta radicalización y simplificación conceptual, como el planteo de que para vivir solo necesitamos comida, agua y un techo para guarecernos y que todo lo demás son deseos de los que podemos prescindir sin sufrir, el libro de Santandreu es una muy buena aproximación a las ideas que intentamos transmitir desde la terapia cognitivo conductual.

Lic. Diego Tzoymaher

sábado, 11 de enero de 2014

Todo depende de cómo interpretemos las cosas

La realidad no es algo a lo que podamos acceder de manera objetiva. Existen numerosas interpretaciones de lo que podemos llamar realidad, quizás tantas como personas existen.
La manera en que vemos, pensamos, entendemos las cosas, depende de múltiples factores: temperamento heredado, estilo de crianza de nuestros padres, experiencias de vida, etc. 

Todos estos elementos contribuyen a formar los filtros a través de los cuales vamos a leer el mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Donde uno ve un problema, otro ve una oportunidad; donde alguien percibe peligro, el de al lado asume un desafío; quien es rechazado aquí, es aceptado más allá.

La Terapia Cognitiva se basa en este principio para conceptualizar los trastornos psicológicos y los problemas de conducta. La idea es que no vamos a sentir y actuar en función de los hechos que suceden, sino como consecuencia de cómo pensemos dichas situaciones. Elaboramos esquemas con los que interpretamos la información del medio externo e interno. Cuando alguna de dichas estructuras cognitivas es demasiado rígida, se basa en prejuicios infundados o tiene algún tipo de distorsión, se transforma en fuente de malestar para la persona y su entorno.

En las personas que padecen trastornos de ansiedad, es habitual encontrar distorsiones a la hora de interpretar al entorno y a sí mismo. El mundo, o cierta porción de él, es visto como un lugar excesivamente amenazante y el propio sujeto se percibe sin herramientas para hacerle frente, con un alto grado de vulnerabilidad.

El proceso terapéutico que aborde la ansiedad y sus trastornos específicos deberá, en principio, comprender muy bien cómo se configuran estas distorsiones en cada paciente. A qué teme, de qué manera, con qué formas de afrontamiento desde lo conductual; para luego poder planificar las estrategias necesarias que intenten modificar esas interpretaciones erróneas y las consecuentes conductas disfuncionales que mantienen el problema.

El objetivo, en última instancia, es lograr que el paciente incorpore la noción de que la manera en que está viendo las cosas es una de las tantas posibles, no la única, no la verdadera, pero sí una que lo hace sufrir. Allí es donde se abre la puerta para el cambio.

Lic. Diego Tzoymaher


miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿Qué es tener TOC?


El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), es un trastorno que se caracteriza por la presencia de ideas obsesivas, que invaden la mente del paciente de forma intrusiva, persistente, molesta y difícil de controlar. Estas ideas a pesar de ser completamente irracionales y sin sentido son generalmente creídas por el paciente, quien reacciona ante ellas con gran ansiedad y malestar. Por este motivo, y ante la necesidad de calmar la angustia y la ansiedad que las ideas obsesivas traen aparejadas, el paciente intenta realizar alguna conducta (manifiesta o mental) que le traiga alivio. Esas conductas o rituales lo calman momentáneamente y comienzan a conformar un círculo vicioso por el cual ante el surgimiento de una idea obsesiva el paciente siente la imperiosa necesidad de realizar una conducta o ritual. Estas conductas son rígidas, estereotipadas y se convierten en compulsivas ya que el enfermo no puede dejar de hacerlas.

Estos pacientes generalmente se preocupan por cuestiones como contagiarse una enfermedad o contaminarse, el orden, la simetría, la sexualidad y la posibilidad de hacer daño a sí mismos o a terceros. Reaccionan frecuentemente con rituales y compulsiones de lavado de manos, aseo excesivo, verificación, chequeo de conductas ya realizadas (ej. cerrar la llave de gas) y orden extremo, entre otras.

El TOC, por ser un trastorno llamativo en su sintomatología, ha sido muchas veces utilizado en películas u obras de teatro, sin embargo es importante interpretar con seriedad la magnitud y complejidad de este cuadro psicopatológico.
La interferencia que este trastorno tiene en la vida de quienes lo padecen es muy alta. Afecta severamente la calidad de vida, las relaciones interpersonales, el trabajo y el estudio de los pacientes, llegando en los casos más graves a generar una total incapacidad.

A pesar de las dificultades que presenta este trastorno, también existe una forma de abordarlo en pos de la recuperación. La Terapia Cognitivo-Conductual (en combinación con un abordaje farmacológico) es la primera elección de tratamiento en este tipo de patología, logrando mediante técnicas específicas romper el círculo vicioso entre obsesiones y compulsiones, obteniendo una mejoría significativa.
Las técnicas más utilizadas en el tratamiento de este trastorno son:
  • Exposición con prevención de la respuesta: Consiste en que el paciente entre en contacto y se exponga a los objetos diparadores, situaciones temidas o a sus propios pensamientos ansiógenos, pero sin realizar el o los rituales que habitualmente lleva a cabo para aliviar su ansiedad. Mediante este procedimiento el paciente logra romper el círculo vicioso entre obsesiones y compulsiones. La exposición puede ser gradual o total, pero siempre debe ser planificada, estructurada y sistematizada para lograr resultados eficaces.
  •  Modificación de las compulsiones: Incluye una variedad de posibilidades por las cuales el paciente aprende a tomar conciencia de la conducta ritual que realiza y, mediante un esfuerzo consciente, intenta modificarlo gradualmente hasta poder dejar de hacerlo por completo. Las opciones son: posponer el ritual, enlentecer el ritual y modificar algún aspecto del ritual.  
  • Reestructuración cognitiva: Consiste en ayudar al paciente a identificar sus pensamientos automáticos erróneos y conocer sus creencias irracionales más profundas, para poder luego discutirlas, cuestionarlas y generar un nuevo pensamiento más flexible y racional.

Los pacientes con TOC suelen sobrestimar la probabilidad de un daño o peligro, subestiman sus propias capacidades de afrontamiento y presentan distorsiones cognitivas típicas como intolerancia a la incertidumbre, necesidad de control y materialización del pensamiento, entre otras. 
El tratamiento del TOC implica todo un trabajo y esfuerzo del paciente por superar sus síntomas.

Lic. Florencia Puccio

viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Podemos manejar nuestra ira?



A la ira se la define como la “Pasión del alma que mueve a la indignación y al enojo”. Se la asocia con estados de furia, tensión, agresión, bronca e irritabilidad.

Desde los consejos populares, guardarse la ira o la bronca sería causal de enfermedades psicosomáticas. Generalmente se alienta la idea de expresar los sentimientos de ira, así supuestamente la persona se sentiría mejor. Sin embargo, hasta ahora no contamos con datos científicos que fundamenten esta idea. Si bien en determinadas ocasiones es adaptativo expresar la ira, en la mayor parte de los casos no ayuda.

Desde la óptica de la psicología cognitivo conductual se plantea una tercera opción; ni reprimirla ni expresarla. Se focaliza en el objetivo de dejar de sentir ira o reducir su producción.

La ira es una emoción, y es consecuencia directa de los pensamientos e interpretaciones que hacemos de los hechos, no del hecho en sí. En la mayoría de los casos, la ira es la consecuencia de sutiles distorsiones cognitivas.

Un pensamiento distorsionado es irracional, es aquel que dificulta el funcionamiento eficaz de la persona. Es un pensamiento dogmático y poco funcional. La persona se evalúa a sí misma, a los demás y al mundo, de manera rígida y poco flexible.

Una técnica psicológica llamada reestructuración cognitiva ha demostrado efectividad para reducir la frecuencia y la intensidad de la ira, así como también de la ansiedad interpersonal y general, la angustia y el perfeccionismo.

Se trabaja en la terapia y se recogen datos fuera de ella, en diversos formatos.

Se instruye al paciente a identificar los pensamientos, creencias, e interpretaciones que hace de la realidad. La persona aprenderá a confrontarlos, para decidir si son pensamientos racionales o distorsionados. En caso de resultar distorsionados, el siguiente paso será clasificarlos. Las más frecuentes son las etiquetas globales, los debería, la interpretación del pensamiento, el pensamiento  catastrófico y polarizado.

A continuación se detallan las distorsiones más frecuentes en personas que experimentan elevados niveles de ira:

Interpretación del pensamiento

Se hacen juicios repentinos sobre los demás. Sin mediar palabra, la persona sabe qué sienten los otros, y porqué se comportan de la forma en que lo hacen. Generalmente pasan por alto que tales conclusiones sólo son verdaderas para uno mismo, sin comprobar si son apropiadas para los demás.

Polarizado

Se evalúan los hechos o las personas de manera dicotómica. Las cosas se ven como blancas o negras, buenas o malas. Las personas son perfectas o fracasadas, no existen términos medios. No hay grises ni matices. No hay lugar para las equivocaciones.

Catastrófico

Se espera el desastre. Este tipo de distorsión, generalmente empiezan con las palabras "y si…...(ocurre tal cosa...)". La lista de temas puede resultar interminable. Una imaginación catastrófica fértil no tiene límites.

Etiqueta global

Se generalizan una o dos cualidades negativas para llegar a un juicio negativo global. El rótulo ignora toda evidencia contraria, generando una visión estereotipada y unidireccional.

Debería

La persona posee listas de normas rígidas sobre cómo deberían actuar ellos y los demás. Las personas que transgreden estas normas le generan enojo, hasta puede sentirse culpable si las viola ella misma.

Por último se busca, a través del tratamiento, generar estilos de pensamientos y creencias más adaptativos.

A  pesar  que diariamente estamos expuestos a muchos acontecimientos negativos, se puede lograr reducir considerablemente la ira, y en ocasiones directamente no sentirla.

¡Vale el esfuerzo probarlo!

Lic. M. Verónica Tamburelli

lunes, 4 de noviembre de 2013

La terapia de exposición “apaga” las neuronas del miedo

En los primeros encuentros con un paciente que se acerca a consultar por un trastorno de ansiedad, le explicamos, entre otras cosas, en qué va a consistir el tratamiento. La mayor parte de las veces le contamos que el abordaje de su problema va a incluir alguna forma de exposición, lo cual implica que de una manera específica, progresiva y controlada, deberá afrontar los estímulos que le generan una ansiedad desproporcionada. Ya sea algún animal o insecto en las fobias específicas, situaciones o síntomas físicos en el pánico y la agorafobia, la interacción con otros en el trastorno de ansiedad social, es necesario trabajar con técnicas de exposición para lograr la recuperación del paciente.

Una reciente investigación efectuada en ratones publicada en la revista Neuron arroja nuevos datos sobre los mecanismos biológicos implicados en la supresión de las respuestas de miedo generada por la terapia de exposición.

Investigadores de la Universidad de Tufts encontraron que la exposición no sólo “silencia” un grupo de neuronas de la amígdala (una estructura cerebral involucrada en la respuestas de miedo ante la percepción de peligro) que se activa ante una situación generadora de temor, sino que también induce a la remodelación de un tipo de unión inhibitoria entre las neuronas llamada sinapsis perisomática. Este tipo de sinapsis son conexiones entre neuronas que permiten “silenciar” a otro grupo de neuronas. La terapia de exposición aumenta el número de sinapsis inhibidoras perisomáticas en la amígdala, proporcionando una explicación para la reducción de la respuesta de miedo.

Para este experimento, los investigadores sometieron a un grupo de ratones a experiencias inductoras de miedo dentro de una caja. Luego una parte de ellos recibió terapia de exposición volviéndolos a poner en la caja pero sin situaciones atemorizantes a fin de lograr la extinción de la respuesta de miedo, mientras que el resto no fue sometido a la exposición. Se comprobó que en los ratones que habían recibido las sesiones de exposición, la cantidad de sinapsis perisomáticas era mayor que en los que no la habían recibido.

Los ratones son modelos válidos para comparar con el ser humano dada la similitud de las circuitos cerebrales implicados en el mecanismo del miedo.

Según Leon Reijmers, autor principal del estudio, el aumento de sinapsis inhibidoras perisomáticas no borra el recuerdo del evento pero suprime la respuesta de temor.

Este interesante trabajo aporta nuevos datos para comprender los mecanismos cerebrales implicados en una forma de terapia que ha demostrado gran eficacia en el abordaje de los trastornos fóbicos. Una razón más para que, tanto pacientes como terapeutas, se esfuercen para implementar tareas de exposición dentro de los tratamientos de los trastornos de ansiedad, aunque muchas veces haya resistencias fuertes para llevarlas adelante.

Lic. Diego Tzoymaher

Link al abstract en Neuron:

jueves, 5 de septiembre de 2013

Aprendiendo que es la Fobia Específica

“No puedo ni siquiera imaginar una araña. Me da miedo, asco, muchas sensaciones. No puedo ni pensar en qué pasaría si tengo una araña cerca, creo que me moriría”

El miedo es una experiencia muy común para los seres humanos y se trata, además, de una experiencia que tiene un importante valor adaptativo para la supervivencia de la especie. Normalmente cuando hablamos de miedo adaptativo nos referimos a un conjunto de sensaciones que se ponen en marcha como respuesta normal ante peligros reales. Pero cuando estas sensaciones se experimentan en situaciones que no suponen una amenaza real, nos encontramos ante un miedo que ya no es adaptativo. El término fobia se utiliza para describir este tipo de reacciones de miedo no deseables.

Si esos miedos pueden justificarse  en relación a una situación  traumática en la vida del paciente, generalmente se diagnostica como estrés postraumático o estrés agudo.

Si no es así, evaluar cuáles son esos miedos: si el miedo está relacionado con animales, situaciones del ambiente natural, miedo de sangre o heridas, miedo de ahogarse o vomitar, estamos ante la presencia de las llamadas fobias específicas.

Es necesario diferenciar entre los siguientes subtipos de fobias específicas que indican la causa del miedo o evitación:
  • Tipo animal.- El miedo hace referencia a insectos o animales.
  • Tipo ambiental.- El miedo hace referencia a situaciones relacionadas con la naturaleza y los fenómenos atmosféricos, como tormentas, precipicios, tornados, volcanes, agua.
  • Tipo sangre-inyecciones-daño.- El miedo hace referencia a la visión de la sangre o heridas, o a recibir inyecciones u otras intervenciones médicas.
  • Tipo situacional.- El miedo hace referencia a situaciones concretas como a vehículos, túneles, ascensores, aviones o recintos cerrados.
  • Otros tipos.- El miedo hace referencia a otro tipo de situación entre las que se incluyen aquellas que pueden llevar al atragantamiento, vómito o la adquisición de una enfermedad.

Diferencias entre Fobias y Miedo normal

  • Intensidad excesiva
  • Irracionalidad
  • Evitación del objeto del miedo.
  • Interferencia en las actividades cotidianas
  • Malestar clínicamente significativo

El tratamiento actualmente más eficaz para las fobias específicas es la terapia cognitiva- conductual (TCC). Sus objetivos son:
  • Ayudar al paciente a entender la respuesta de ansiedad, y a controlar su intensidad, aprendiendo a manejar las sensaciones físicas.
  • Ayudar al paciente a afrontar mas confortablemente las situaciones u objetos que antes evitaba.
  • Enseñar estrategias que permitan  modificar los pensamientos irracionales del paciente. El paciente debe aprender que las consecuencias catastróficas esperadas no se producen.
  • Devolver al paciente la sensación de control.

En cuanto al tratamiento con medicación, todos los pacientes deben ser informados, en el momento en que se inicia el tratamiento, de  los posibles efectos secundarios y el riesgo de síntomas de discontinuación y/o abstinencia si el tratamiento se interrumpe repentinamente. Esto se evita si el tratamiento farmacológico es adecuadamente controlado por un especialista en salud mental. Lo ideal es que toda la información se entregue escrita adecuadamente para que pueda estar disponible en cualquier momento para el paciente.

El mayor obstáculo suele ser que la persona que lo padece no confíe en la posibilidad  de enfrentarse a aquello a lo cual le temió irracionalmente toda la vida, y no acceda al tratamiento, ya que casi siempre les parece inalcanzable la posibilidad de mejorar. Con el tratamiento adecuado, el índice de recuperación es muy elevado, y en plazos muy breves.


Dra. Carolina Quantin

lunes, 29 de julio de 2013

La Aerofobia o Miedo a Volar… ¿Puede superarse?

“Hace tres años que les prometí a los chicos llevarlos de viaje. Pero no puedo. Ya no sé si esperar un año más a ver si me animo, o directamente plantearles que vayan con mi marido, sin mí…”

“Tengo que viajar por causa de mi trabajo. Mi nuevo cargo ha significado un progreso para mí. Pero ahora va a ser necesario que viaje al exterior con frecuencia. ¡Qué hago? No puedo negarme, pero la idea de volar me resulta absolutamente intolerable…”

Relatos como los anteriores escuchamos, día tras día, en el consultorio, de gente que tiene miedo a volar en avión.

La Aerofobia se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a volar en avión.
Es una Fobia Específica de tipo situacional y como todas las fobias, se caracteriza por presentar miedo extremo o irracional frente a una situación u objeto, con la consecuente evitación del mismo.
En la argentina y en el mundo, algunas fuentes indican que el porcentaje de personas que sufren este trastorno se acerca al 14 por ciento.
Las personas que padecen de Aerofobia evitan generalmente tomar un avión o viajan con malestar y miedo intensos que, muchas veces, intentan sobrellevar usando alcohol o ansiolíticos.
Representa un gran trastorno y afecta severamente la calidad de vida, sobre todo de aquellas personas que necesitan viajar frecuentemente por razones laborales o familiares.
Si bien el avión es estadísticamente el medio de transporte más seguro, se calcula que solo el 5 % de los pasajeros aborda el avión sin temores de ningún tipo. Esto se debe a que el avión no es un medio de transporte habitual y frecuente para muchas personas.
Esta falta de habituación hace que puedan experimentar cierto monto de ansiedad al arribar, que normalmente se normaliza después del despegue.
Cuando la ansiedad y el temor persisten y se acrecientan durante el viaje, es necesario el uso de medidas paliativas (como alcohol o ansiolíticos) o bien se necesita viajar acompañado, podemos hablar de Fobia.
En general las personas refieren tener síntomas intensos de ansiedad (pueden llegar a experimentar ataques de pánico) y pensamientos catastróficos (con respecto a la posibilidad de tener un accidente, por ejemplo.)

La terapia psicológica con orientación Cognitivo Conductual constituye el tratamiento de primera elección para este tipo de trastorno.
Durante el abordaje terapéutico, el paciente aprende a:
  • Controlar sus sensaciones y síntomas de ansiedad, reduciendo su intensidad y acotando su frecuencia y duración.
  • Identificar sus pensamientos distorsionados con respecto al viaje en avión y sus recursos de afrontamiento del mismo.
  • Generar ideas más racionales y adecuadas a la situación concreta que debe enfrentar.

Mediante un conjunto de técnicas, validadas científicamente, el paciente logrará la adquisición de estos aprendizajes y en algún momento del tratamiento, realizará LA EXPOSICIÓN a la situación temida.
Las Técnicas de Exposición, son el principal componente del tratamiento de cualquier tipo de fobia, y consisten en que el paciente afronte en la vida real, el objeto o situación temidos que antes evitaba, en forma gradual, repetida y sostenida en el tiempo.
En  algunos casos como la Aerofobia, donde a veces es difícil poder acceder a viajar frecuentemente,  se utiliza la Exposición al estímulo en imaginación, muchas veces ayudados por videos, sonidos o incluso con el uso de simuladores.
El objetivo del Tratamiento es lograr la desensibilización del paciente, en otras palabras, que el paciente pierda el miedo a la situación, pueda habituarse o tolerar su ansiedad y logre afrontarla sin malestar.

Las Técnicas de Restructuración Cognitiva, consisten en ayudar al paciente a identificar sus pensamientos y creencias distorsionadas relacionadas a la situación u objeto temido, modificándolas por otras más racionales, adaptativas y realistas.
Los errores cognitivos característicos de este tipo de pacientes incluyen: la sobreestimación del peligro o catastrofización y la subestmación de sus propios recursos de afrontamiento a la situación.

Es importante que sepamos de la existencia de este tipo de abordajes que, de manera breve y eficaz, pueden ayudarnos a solucionar un problema de larga data.

Lic. Florencia Puccio

sábado, 29 de junio de 2013

Compradores Compulsivos, Adicción al Trabajo y a Internet

Se llaman adicciones comportamentales a una serie de trastornos que se ubican entre las adicciones y el trastorno obsesivo compulsivo, vinculados a actividades humanas diversas, a menudo placenteras, no relacionadas con la ingestión de sustancias químicas.

En este tipo de problemática los individuos se ven compelidos a efectuar determinados tipos de actos, tales como jugar por dinero, hacer compras, permanecer frente a la computadora u otros dispositivos (tablets, teléfonos celulares) online todo el tiempo, y algunas otras, como mencionaremos más adelante.

Se parecen a una adicción en el sentido que, así como un verdadero adicto necesita las drogas, las personas que padecen una adicción comportamental no pueden dejar de repetir la conducta (jugar, comprar, chequear los mails, entrar a las redes sociales, etc) una y otra vez. Si no lo hacen presentan niveles de ansiedad muy intensos que sólo se calman cuando se genera la conducta.


Entre las principales adicciones comportamentales se encuentran:

Haremos una breve descripción de las últimas tres:


Compradores Compulsivos


Es otra de las adicciones comportamentales más frecuentes. La caracteriza el deseo irresistible por comprar algo sin que exista una necesidad real de tal objeto.  Suele estar asociada con trastornos depresivos y baja autoestima.


Se presenta en el 2 a 8% de la población, y en un 80% en mujeres.  Muchos autores consideran que esta diferencia no es real y que obedece al mayor reconocimiento de las mujeres acerca de su problema.


Los afectados a menudo están preocupados por las compras y gastos y suelen dedicar mucho tiempo a estos comportamientos. Describen un creciente nivel de urgencia o ansiedad que desemboca en un sentimiento de plenitud cuando se hace una compra.

Concretar una compra les genera una satisfacción inmediata. Puede ocurrir que, por vergüenza, los objetos comprados sean destruidos o escondidos. Este sentimiento de culpa sólo se alivia con una nueva compra. El comprador compulsivo se ve, así, atrapado en una especie de círculo vicioso. Las emociones negativas como la ira y la tensión conducen a comprar. La compra conduce a sensaciones de angustia y ánimo deprimido a corto plazo, sensaciones que sólo se superan a través de una nueva compra.


Adicción al uso de Internet


Existen diversos tipos de adicciones comportamentales relacionadas directamente con la necesidad obsesiva de estar conectados a internet. La adicción a las pantallas incluye también los videojuegos, el teléfono móvil e internet en sus diversas modalidades (juegos en línea, cibersexo y redes sociales).


Es una adicción real, frecuente, preocupante y globalizada. Sobre todo en jóvenes varones con los problemas típicos de la adolescencia, personalidades introvertidas, u otros trastornos como el trastorno atencional, depresión, etc. Según diversos estudios, afectaría a un 8 a 10% de los usuarios habituales de internet. 


El abuso afecta la salud física (posturas, visión) y psíquica (obsesividad, ansiedad, abstinencia). Se da la curiosa circunstancia de que existen muchas páginas web para su detección, prevención y tratamiento. Sin embargo, en la asistencia sanitaria común es difícil detectarlo, ya que las personas afectadas no suelen aceptar su problema, y menos aun sentirse enfermas y los familiares que se percatan no saben qué hacer.

Estar permanentemente expuesto a un exceso de conexión provoca fatiga (que disminuye la capacidad de resolver problemas), ansiedad y pérdida de memoria y de atención.

Estas conductas no sólo afectan las relaciones personales sino que, además, perjudican el rendimiento general, con severa dificultad en la concentración en las tareas concretas y reales. Las actividades cotidianas se ven afectadas o interrumpidas por las alertas de mensajes de textos, mails o avisos de redes sociales. Hay compulsión por leer correos y angustia o ansiedad frente a la posibilidad de perder un mensaje “importante”. Se crea el hábito de hacer varias cosas al mismo tiempo y disminuye la capacidad de disfrute, la productividad y la eficiencia.


Adicción al Trabajo (Workaholic)


La adicción al trabajo se define como la implicación excesiva y progresiva de la persona en su actividad laboral, sin control ni límite, y abandono de actividades que antes realizaba. Este exceso de implicación no se explica por necesidades laborales objetivas, sino por necesidad psicológica de la persona afectada. Comprende a aquellos trabajadores que, de forma gradual, pierden estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder, en un intento por lograr el éxito.


Es una de las adicciones comportamentales más aceptadas y justificadas socialmente y el laboradicto tiende a negar su problema. Generalmente son personas perfeccionistas.


No hay una definición médica para tal condición, emparentada con el síndrome de burnout (síndrome del quemado). Sin embargo, algunas formas de estrés y el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva pueden estar relacionados con el exceso de trabajo. Aunque el término workaholic tiene una connotación negativa, se usa a veces para personas que expresan fuerte motivación hacia una carrera u oficio.

El “trabajo” en cuestión, usualmente asociado a un empleo pagado, puede también hacer referencia a actividades tales como deportes, música o artes.

Aunque se observa en ambos géneros, afecta en su mayor parte a profesionales varones entre 35 y 50 años, profesionales liberales y mandos intermedios, en los cuales la adicción al trabajo suele disimular problemas afectivos en la familia o en la pareja.
En estas personas el trabajo constituye el centro de su vida y su refugio, quedando todo lo demás, incluida la familia, el ocio y la vida social, en un segundo plano. Resulta habitual que lleven trabajo a casa para acabarlo por la noche o los fines de semana y pueden mostrar algo parecido a un síndrome de abstinencia durante las vacaciones. Son personas insatisfechas o irritables cuando están fuera del trabajo.
Las consecuencias más graves de son: relaciones familiares deterioradas, tendencia al aislamiento, malhumor, desinterés por las relaciones interpersonales no productivas y problemas de salud. Además, puede observarse consumo abusivo del alcohol y tabaco, tiempo libre muy reducido y alteraciones del sueño.
El adicto al trabajo suele negar el problema, evidenciando una distorsión en la apreciación de la realidad apoyada a menudo por el consenso social, ya que el trabajo intenso en general está bien visto, escapando a los observadores su carácter patológico.
Resulta obvio que no toda dedicación intensa al trabajo es adicción. Puede haber personas que trabajan mucho pero que saben desconectarse en su tiempo libre.

¿Como podemos tratar las Adicciones Comportamentales?

Existen diferentes técnicas con las cuáles podemos intervenir en los casos de juego patológico. Mencionaremos brevemente las más eficaces:
  • Exposición con prevención de la respuesta y control de estímulos: consiste en exponer a los sujetos a situaciones que generaron adicción, pero sin permitirles jugar, o comprar o conectarse a internet, por ejemplo, y facilitando que realicen conductas alternativas.
  • Terapia Cognitiva: la persona con una adicción comportamental presenta sesgos o distorsiones cognitivas con respecto al juego, a las compras a ala tecnología etc. Este abordaje consiste en lograr que el paciente identifique estos errores y genere alternativas de pensamiento más racionales.


Se pueden utilizar algunos psicofármacos con buenos resultados, siempre como complemento de la psicoterapia, nunca de manera aislada. Está por demás decir que la medicación debe estar indicada y controlada por el médico psiquiatra.

Dr. Enzo Cascardo

Para más información sobre adicciones comportamentales, haga click aquí.